Crisis diplomática México-Ecuador
Desde la década de 1970, las incursiones contra las embajadas han surgido como una modalidad común de manifestación. A lo largo del tiempo, se han registrado numerosos episodios de asaltos perpetrados por grupos armados, tanto estatales como clandestinos. No obstante, su efectividad como estrategia coercitiva parece haber decrecido, según señala Jenkins (1981).
La reciente invasión de la embajada mexicana en Quito, el pasado 5 de abril, marca un hito en la historia diplomática de nuestro país, demandando un análisis detenido de sus elementos fundamentales.
Este acontecimiento, lejos de ser espontáneo, tiene sus raíces meses atrás, centradas en la figura de Jorge Glas, exvicepresidente ecuatoriano durante el gobierno de Rafael Correa, quien buscó refugio en la embajada mexicana, alegando persecución política. Resulta irónico el paralelismo con el caso de Julian Assange, a quien Ecuador otorgó asilo diplomático en 2012 bajo argumentos similares.
El clímax de la tensión entre México y Ecuador se materializa con la incursión de las fuerzas policiales ecuatorianas en la embajada mexicana, constituyendo un claro acto de hostigamiento y una violación flagrante de la Convención de Viena sobre relaciones diplomáticas.
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